lunes, 16 de noviembre de 2009

LOS OJOS...

Los granos finos, blancos, caen desde el tobogán mágico de plata. Se sumergen en el líquido ambarino y danzan al compás de los veleros blancos.
Mis labios extasiados se entregan al tibio beso que se estrella en el pocillo. Mis ojos dibujan un oasis de miel y caramelo sobre el mantel, el pan dorado, apetitoso, crujiente, se escapa como un misil de la tostadora, y esas frutillas rojas, brillantes, con gotitas de rocío en su piel se convierten en mermelada.
Mis manos son pájaros bailarines tejiendo deseos, mis pies se elevan danzando misteriosos, mi cuerpo gira como un trompo, canto, silbo, vago por el jardín besando margaritas, sigo girando, bailando, alienada, frágil, leve como una pluma.
El tiempo se diluye en el antiguo reloj de arena, y unos ojitos profundos, aromados de tristeza, se asoman a mi presente
De una bofetada me imponen una realidad que yo evadí, displicente, egoísta.
Mi dieta baja en calorías, exenta de azúcar, la suya carente de ingredientes, poca cantidad de todo con silbidos en la panza, mofletes desinflados, piecitos desnudos sudando barro.
En sus cortas vidas se anudan el dolor y la pena de un destino que no eligieron, se enquista en sus entrañas el hambre cotidiano, y paren todos los días corazas de ternura para protegerse del mundo.
Llueven en tus pestañas espesas lágrimas por una infancia que se escapó presurosa sin aviso.
Despatarrada, desaliñada, juro y recontrajuro que nunca más usaré ese endulzante idiotizador realista
El aroma de la infusión me subyuga, bebo lentamente y cada sorbo me recuerda la sed de muchos y salgo a la vida , como el quijote a luchar contra los molinos de viento, por ellos, por nosotros por los que vendrán. Quijote moderno que intenta traerle alegría a esos ojitos traviesos que se olvidaron la risa.

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